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martes, 29 de abril de 2014

TORRIJAS DE VINO SEVILLANAS



Llega la primavera, y Sevilla, cómo no, se viste de gala. Llega la Semana Santa y la Feria de Abril, y con ellas también llegan los dulces típicos, ¡¡las torrijas y los pestiños!!

Ya el año pasado me atreví con las torrijas y me quedé maravillado con el buen resultado. Hay que tener en cuenta que he estado viviendo unos 5 años en Mojácar, Almería, y tan sólo había dos cosas que eché de menos. Una, el olor a Azahar tan intenso que inunda Sevilla en primavera, con todos los naranjos ornamentales que hay por toda la ciudad, y que siempre me trae recuerdos de mi niñez, ya que el barrio en el que me crié tenía todas sus calles adornadas con naranjos. No, no es que no hubiera naranjos en Mojácar, que los hay y muchos, pero el aroma de las flores no es tan intenso como el de las flores de Sevilla. Que sí, que flores hay allí, y preciosas, pero el olor, repito, no es tan fuerte e intenso. Por eso, cuando buscaba un nombre para éste, mi blog, me decidí por el nombre de “Fondant y Azahar”

La segunda cosa que me rompía el corazón cada vez que llegaba la primavera, eran las torrijas, qué ricas!!. Si allí también hay torrijas, y me encantan, pero son de leche, y las de Sevilla son de vino. Que también me encantan y me llevan a tiempos de mi niñez!!

Bueno, pues como siempre, las hago después de Semana Santa, que es cuando me da gana y he encontrado un pan en condiciones. El año pasado le pregunté a mi hermana Margari cómo hacía mi madre las torrijas, y compré pan en Alcalá de Guadaíra, pero este año por circunstancia no lo he comprado allí.

Bueno, pues empecemos que ya me estoy enrollando demasiado, y no me gusta. Lo primero que necesitaremos, será:
 


- El pan de torrijas, cómo no. Un paquete, o la cantidad que queramos
- Huevos, según necesidad.(yo necesité media docena)
- Medio kg de miel de flores.
- 1 Vaso de agua
- 1 Vaso de vino blanco (vale el que le echáis a la comida, si bien, cuanto mejor sea, mejor sabor dará).
- Un culín de leche (aconsejable)
- Una sartén con aceite muy caliente (yo utilizo el de girasol, por su sabor más suave).

Lo primero es poner el aceite a calentar. Entonces, mezclamos el vaso de agua con el de vino, siempre en la misma proporción, ya que se nos acabará y habrá que añadir más, pero siempre 1 a 1. Batimos 2 huevos, y le echamos un culín de leche, para que el huevo esté más suelto y no nos forme esos encajes que se forman a veces cuando se fríe huevo.
 


       Una vez que está todo listo, vamos asustando el pan con la mezcla de agua y vino, si, asustar, ya que si se empapochan de esta mezcla, luego estarán como babosas y no están tan buenas. No os preocupéis, que ya llevan su sabor.
 

       Una vez, asustadas, la pasamos por el huevo, aquí si interesa que sea algo más que un susto, y seguidamente a la sartén, dónde esperamos que se doren  y cojan ese color tan bonito que tienen las torrijas. Una vez listas, las sacamos a un plato donde previamente le habremos puesto papel de cocina absorbente para eliminar el aceite sobrante. Las iremos poniendo en un recipiente  con algo de fondo para el siguiente paso.



       Pondremos a calentar el medio Kg. de miel con un vaso de agua, y cuando esté bien disuelta y caliente, la verteremos sobre las torrijas, intentando que bañe a todas, lo más posible. 


       Ya sólo es cuestión de esperar que se enfríen, e incluso mejor esperar hasta el día siguiente. Cuando cojamos una, tomar con una cuchara miel del fondo del recipiente, y comerse una a mi salud, que veréis que ricassssss!!!!!!!! 

  

 
















Ya sólo me queda desearos buen provecho y que disfruteis tanto como yo comiendo estas torrijas, que no sé por qué se tienen que hacer sólo en Semana Santa con lo ricas que están!!!!!!!










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